EL MERCADO CACEREÑO EN LA EDAD MEDIA

Solemos decir que no hay nada nuevo bajo el sol y en Cáceres desde hace siglos se han celebrado mercados y mercadillos ubicados en diversos lugares, tanto de la ciudad monumental como de la ciudad moderna, con el fin de abastecer a los vecinos de la ciudad de los productos de primera necesidad, sobre todo hortofrutícolas y de las labores artesanales de los gremios cacereños.

Hoy vamos a tratar del mercado cacereño en el siglo XIII que estaba ubicado en la explanada que existía en los alrededores de la torre del Palacio de Carvajal, un amplio espacio donde se situó el mercado público, conocido como azogue, que es la plaza de los pueblos donde se tiene el trato y comercio público.

En Cáceres se celebraba este mercado todos los días para cubrir las múltiples necesidades del abastecimiento diario de los cacereños. En algunos documentos aparecen referencias a otro mercado semanal en la época medieval, pero con los datos que tenemos no se puede precisar ni el día ni el sitio donde se realizaba.

Todos los productos se vendían en el mercado, tan sólo había dos excepciones: el vino, que podía adquirirse en las tabernas-bodegas existentes en la Villa y el grano, que se vendía en el “alfolí”, que era el granero o pósito de Cáceres.

Al venderse todo en un mismo sitio posibilitaba todo tipo de ventas y permitía a los Alcaldes controlar las tasas de los diversos productos.

Los vendedores colocaban sus puestos entre la puerta de Coria y la entrada a la actual plaza de Santa María, en lo que actualmente hoy se conoce como la calle Tiendas, nombre que expresa la dedicación comercial de la calle durante siglos.

En este mercado se vendían hortalizas, leña, pan, sal, telas, cueros, todo tipo de carne y pescados de río, gallinas, palomas, aceite, etc., en su mayoría locales; pero también se vendían mercancías procedentes de las Villas vecinas: Plasencia, Trujillo, Coria, Ávila, Salamanca…
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Existía una tasa o “coto de Concejo”, como señala el profesor Floriano Cumbreño, a la que estaban obligadas a guardar todas las mercancías que se vendieran; dicha tasa osciló según las épocas, siendo constantes las multas a los vendedores por infringir dichas tasas.

En la villa de Cáceres en la época medieval apenas circulaba la moneda, por lo que la mayoría de las transacciones comerciales en los mercados se realizaba por el antiguo procedimiento del intercambio de especies o productos.
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En la Edad Media se produjo la ruralización de la sociedad. La economía era básicamente agroganadera, pero poco a poco comienza la activación de la vida urbana con la concentración de población en las Villas, lo que provoca la necesidad del abastecimiento de productos de primera necesidad, surgiendo así los mercados que posibilitan los intercambios y las relaciones comerciales.

Se produce la vuelta a una economía de simple trueque, surgiendo mercados públicos y ferias al aire libre en las ciudades al incrementarse la producción campesina, concentrarse la población y aumentar el consumo urbano.

El volumen del comercio era muy escaso y las técnicas mercantiles muy rudimentarias, pero a pesar de todo el papel dinamizador de la economía rural en las ferias y mercados fue muy importante para el desarrollo económico de los Concejos.

Desde el siglo XIII empiezan a publicarse los primeros manuales de comercio, advirtiendo a los comerciantes del deber de conocer los pesos y las medidas, así como las principales ferias y mercados, las rutas y los transportes.

Cada vez tienen más importancia las Villas no solo como centros de enseñanza, de gobierno o de religión, sino también como centros comerciales, aglutinadores de mercados para las zonas agrícolas vecinas.

Cuando se utilizaba la moneda en el Fuero Alfonsí de Cáceres se especifican cuatro tipos de monedas: el maravedí, el sueldo, el dinero y la miaja. El maravedí era el dinar de oro almorávide, equivalía a ocho sueldos.

El sueldo era la octava parte del maravedí y era una moneda solamente de cuenta, no existía; equivalía a doce dineros y la mitad del dinero era la miaja; pero apenas eran utilizados por el pueblo.

El Concejo era el encargado de proporcionar a los mercaderes las medidas y pesos que se debían de utilizar en las transacciones comerciales. Las medidas se nombran como “ochauas de Concejo” y el municipio arrendaba el servicio a los “ochaueros”, quienes con los Alcaldes debían de controlar y vigilar las pesas y medidas y, caso de infringirse, poner las multas y sanciones correspondientes.

Para los áridos (trigo, centeno, cebada, etc.) se utilizaban la arroba y el “cahi” (o “cafiz”); para los líquidos, la “colodra” y la “paniella”; para la miel, la manteca, la cera, etc., se vendían por “quarteznas”, que era una medida de peso.

En suma, los mercados cumplían una importante labor socio-económica abasteciendo a la población cacereña de todo tipo de productos básicos agro-ganaderos, procedentes en su mayoría de campos cercanos y otros venidos de fuera.
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Santos Benítez Floriano
Académico de la Academia Extremeña de Gastronomía



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